María, Madre de nuestro
hermano y Señor Jesucristo, pobre y crucificado, Madre de nuestra Familia,
Madre de los pobres, escucha la súplica confiada que hoy te dirigimos.
Falta el pan material y
el pan espiritual a muchos pueblos de nuestro tiempo; falta el pan de la verdad
y del amor en tantas mentes y en tantos corazones: falta el pan de la palabra y
el pan del Señor a mucha gente.
Que los pueblos de todo
el mundo sepan acoger la Luz verdadera, avanzando por los senderos de la
Paz y la Justicia, en el respeto mutuo y en la solidaridad enraizada en la
humanidad de nuestro Dios.
Señora Nuestra de la Porciúncula,
ilumina nuestra esperanza, purifica nuestros corazones, ven con nosotros por
los caminos de la nueva evangelización, hacia un mundo cada vez más justo y
libre para todos.
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