Poderosa Señora, virgen y santa
protectora de cuantos
jóvenes habitan en el Cielo,
te invoco con la alegría de saber
que junto a ti no me encuentro
en soledad ante el transito que
experimento.
Te siento cerca y preciso de tu
ayuda pues en mi interior
albergo el dolor que no logro
hacer desaparecer.
Tú que conoces el sufrimiento, la
angustia y la pena,
y que supiste superarlas con
valentía y tesón,
concédeme la fuerza para que
pueda yo licuar la
sangre endurecida por los
problemas que no se resolver.
Señora, haz que pueda ser
constructivo y superar las adversidades
que me acompañan cual penumbra en
la sordidez de mis senderos.
Te pido, reverente señora, que
aquietes mi excitación,
que pacifiques mi impulsividad,
que frenes, en definitiva,
el sentimiento de aflicción que
envuelve
y oprime mi pecho y la
respiración.
En el nombre de Jesús padre Amén.
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