Oh! piadosa enamorada del
Salvador, espejo brillante y vivo ejemplo de verdadera conversión y sincero
arrepentimiento; regla y modelo de la vida contemplativa, que durante treinta y
tres años vivisteis en la soledad, ignorada del mundo y escondida a sus
miradas, gustando los movimientos interiores y suaves afectos del amor divino.
Gran Santa que sólo en Jesús encontrabas
tu amor, tu paz y tu consuelo, que merecisteis anunciar a los Apóstoles la Resurrección
de nuestro Redentor, alcanzadme que merezca una centella de aquel amor ardiente
que tuviste a Jesús y la gracia de morir invocando los dulcísimos nombres de
Jesús y de María. Amén