"Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta
casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería", le dijo la Virgen María
cuando se le apareció a San Ildefonso. El Santo tenía profunda devoción a la
Inmaculada Concepción doce siglos antes que se proclamara el dogma. Su fiesta
se celebra cada 23 de enero.
San Ildefonso, nació en Toledo (España), en el año 606. Fue
educado en Sevilla por San Isidoro. Ildefonso optó por la vida monástica y con
el tiempo fue elegido Abad de Agalia. En el 657 es elegido Arzobispo de Toledo
y unificó la liturgia en España. Escribió muchas obras importantes sobre la
Virgen María.
Cierta noche de diciembre, San Ildefonso junto a sus
clérigos y algunos otros fueron a la iglesia a cantar himnos en honor a la
Virgen. En eso vieron que la capilla brillaba con luz deslumbrante. La mayoría
salió huyendo, excepto el santo y sus dos diáconos.
Cuando se acercaron al altar se encontraron a María, la
Inmaculada Concepción, sentada en la silla del Obispo y acompañada de vírgenes
que entonaban cantos celestiales. La Virgen le hizo seña para que se acercara.
El santo así lo hizo y la Virgen le regaló una casulla. Ella misma lo invistió
y le dijo que sólo la usara en los días festivos designados en su honor.
La aparición y la casulla fueron tan evidentes que el
Concilio de Toledo fijó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. En
el Acta Sanctorum este hecho aparece como El Descendimiento de la Santísima
Virgen y de su Aparición.
San Ildefonso partió a la Casa del Padre en el 669. Los
peregrinos pueden observar en la catedral la piedra en que la Madre de Dios
puso sus pies cuando se apareció al santo.
Oración a María de San Ildefonso
A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que
ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.
Me humillo ante la única que es Madre de mi Señor. Te ruego
que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu
esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a ti y a tu Señor.
A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como Madre de
nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes y a ti como Esclava del Señor
de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de Dios. Yo soy tu
siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de
mi Señor.
Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del
hombre!, creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu
Encarnación; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de
tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tú llenes en mí con tu amor; servir
a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su
gobierno de tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de
tal modo gobernado por Ella, que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor
en la eternidad.
¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo
Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota
esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!
Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los
que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi
Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No
glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que
el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no
rendís honor a la Madre del Señor con la excusa de honrar a Dios su Hijo.
Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo,
deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero
servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del
dominio sobre mí de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra
eternamente al Hijo, deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como
hombre.
Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del
Señor; lo que se da a la Madre redunda en el Hijo; lo que recibe la que nutre,
termina en el que es nutrido, y el honor que el servidor rinde a la Reina viene
a recaer sobre el Rey. Por eso me gozo en mi Señora, canto mi alegría a la
Madre del Señor, exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi
Creador y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque gracias a la Virgen yo confío en la muerte de este
Hijo de Dios y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin
mengua, ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad por los siglos de
los siglos. Amén.
Más información en el especial de San Ildefonso.
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