Poderosa Virgen María, Salud de los enfermos,
que has acompañado a Jesús en el
camino del Calvario
y has permanecido junto a la cruz
en la que moría tu Hijo,
participando íntimamente de sus
dolores,
acoge nuestros sufrimientos y
únelos a los de Él,
para que las semillas esparcidas
durante el Jubileo
sigan produciendo frutos
abundantes
en los años venideros.
Madre misericordiosa, con fe nos
volvemos a Ti.
Obtennos de tu Hijo
el que podamos volver pronto,
plenamente restablecidos,
a nuestras ocupaciones, para
hacernos útiles
al prójimo con nuestro trabajo.
Mientras tanto, quédate junto a
nosotros en el momento de la prueba
y ayúdanos a repetir cada día
contigo nuestro “sí”,
seguros de que Dios sabe sacar de
todo mal un bien más grande.
Virgen Inmaculada,
haz que los frutos del Año
Jubilar sean para
nosotros y para nuestros seres
queridos,
prenda de un renovado empuje en
la vida cristiana,
para que en la contemplación del
Rostro de Cristo Resucitado
encontremos la abundancia de la
misericordia de
Dios y la alegría de una comunión
más plena
con los hermanos, primicia de la
alegría sin fin del Cielo.
Amén!
Juan Pablo II
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