Se recomienda primero despejar el
lugar donde se vaya a efectuar el ritual. Luego se recorre hasta en tres
ocasiones el perímetro de la sala con un incienso encendido en la mano.
Caminando se abre un proceso de concentración mental, completado mediante la
repetición del mantra: “Apelo al universo para que purifique mis intenciones,
me guie en un justo proceder, convierta la llama de la vela en el aliado de la
felicidad y el amor”.
Posteriormente se recomienda
tomar un grupo impar de velas de no menos de 12 centímetros. Para eliminar
vibraciones no deseadas e incluso para orientar su fuerza hacia nuestra
demanda, nos valemos de un aceite específico.
Se empapa un algodón de aceite
ritual y con la mano derecha se impregna cada vela, cuidando de hacerlo desde
la base hacia la mecha, pues lo primero es limpiar, y cambiando de algodón,
pero no de mano, en sentido contrario, pues desde arriba hacia abajo es como le
añadimos el poder personal.
Una vez que todas y cada una de
las velas estén vestidas, con una sencilla oración las consagramos al poder del
universo y ya estarán listas para los rituales.
Para los trabajos de amor está
contraindicado escribir sobre la vela el nombre de la persona amada porque eso sería un “amarre”. Este tipo de
“trabajos” conlleva una reacción kármica negativa.
Hay quien sugiere que la
vestimenta vaya acuerdo con el ritual y que el
esfuerzo de vestir de blanco será recompensado con la celeridad en la
obtención de los resultados. Una vez finalizado el ritual, hay que desprenderse
de dichas ropas y volver a vestirse de modo común.
Algunos recomiendan darse un baño
con un jabón ritualizado que refuerza la intención y completa la preparación no
sólo psíquica para el acontecimiento deseado, sino también la física.
Es conveniente no tener hambre ni
tampoco el estómago lleno, no haber consumido sustancias perjudiciales
(alcohol, tabaco o café) e intentar evitar las preocupaciones y la angustia.
El altar será liso, estable,
alejado de corrientes y de objetos inflamables. Se cubrirá preferentemente con
una tela natural de color blanco. En él se depositarán elementos de elevado
poder vibracional; según la escuela, y según las creencias del oficiante, habrá
más o menos elementos. Está claro que nunca faltarán velas, pues ellas son las
que canalizan la fuerza del que demanda.
El momento oportuno viene
determinado por muchos factores como la posición de la luna o el día de la
semana. La duración del proceso no tiene porqué superar el cuarto de hora. Eso
sí, quien lo realice debe garantizar que no será interrumpido.
Es un momento de recogimiento y
reflexión que puede culminar en una nueva imagen sobre lo deseado. A veces nos
obstinamos en pedir algo inconveniente o inapropiado. Durante la meditación
ligada al ritual esto puede revelarse y podremos así reorientar los
acontecimientos hacia algo realmente positivo.
Los rituales son algo íntimo y
merecen culminar siempre con el agradecimiento sincero y no con una actitud
exigente ni rencorosa.
Si no se tiene pareja se puede
realizar un ritual de atracción que ayude a encontrarla. Se toman tres velas:
una blanca que simboliza la pureza, una roja que significa el amor apasionado y
una rosa para un amor sentimental.
Se escribe en un papiro las siete
virtudes que debe tener la pareja soñada. Sobre cada vela se harán siete marcas
que las dividirán en porciones idénticas.
En el altar colocaremos además
pétalos de rosa, incienso de jazmín, de lavanda o de Reina de la noche. Las
personas de tradición católica pueden ayudarse con una imagen de San Antonio de
Padua. El copal diseminado en un carboncillo debería quemar sobre una
superficie metálica o un quemador específico.
El momento de encender las velas
debe ser de gran recogimiento y los primeros minutos deben ayudar a profundizar
en la actitud. Como el ritual se prolonga tanto como las velas en consumirse,
puede relajarse la atención, pero no descuidar la vigilancia del fuego.
Cuando estén prestos a consumirse
los últimos gramos de cera y la vela se haya extinguido, se da las gracias por
la atención prestada desde el universo.
Hay quien sugiere guardar los restos céreos, los del carboncillo donde ha quemado del
copal, los pétalos de las flores y depositarlos en las bases de una maceta.
Junto a un poco de azúcar que
endulza y un mineral semiprecioso que devuelve a la tierra su fuerza estos
restos verán las raíces de la planta que uno prefiera. Una planta en flor para
los amores bellos y una planta de hoja imperecedera para los amores perennes.
Una vez consolidada la relación
con esa persona especial, se recomienda repetir el ritual sólo con velas
blancas y copal para que el amor permanezca puro y en señal de gratitud.
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