“Vence, vence,
vencedor.
Jesucristo es el
vencedor.
Así como esto es gran
verdad,
venza yo ……. el corazón de …….,
que tan humilde como
cordero
venga a mis pies,
como Jesucristo
fue a la cruz”.
Corderito manso
que en el altar estás,
vence a mis
enemigos que contra de mí estén;
que mi corazón
encarne en el de él,
como encarnó
Jesucristo,
y mandó a san
Lázaro,
y a la muerte venció,
como he de vencer
yo
a este enemigo traidor ……
Con dos te miro,
con tres te
agarro,
con la sangre de
Jesucristo
el corazón te
parto.
A mi enemigo veo
venir con ojos vendados
y los brazos
inutilizados.
Sangre de
Jesucristo me pide,
y yo no se la he
de dar.
Yo te pido, gran
Señor,
que me traigas a …….,
que me lo has de
traer,
rendido a mis
pies,
vencido y
desanimado:
tienes fuerza para
vencerlo.
Si algo el diablo
intenta contra mí,
si a la Justicia
se fuere,
no ganará;
si a defensores
pusiere,
todos se negarán.
Jesucristo, como
cordero estarás a mí,
y al mirar mi
presencia todos se desmayarán.
Amén.
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