Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!,
y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin
mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina
y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios.
Yo
os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los
intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en
los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este
momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de
la muerte.
Amén
Amén
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