una palabra que
sin vibrar en mis oídos,
llega a lo más
profundo de mis entrañas,
que me conmueve,
admira y enternece
y habla como
ninguna…
No es la palabra
de los discípulos que te niegan,
ni la de los
jueces que te escarnecen,
ni la de los
verdugos que te insultan,
ni la de la plebe
que te blasfema,
ni siquiera,
la de
las piadosas mujeres que te compadecen.
Es la palabra que
tú no has pronunciado,
la de tu silencio,
severo, grave, solemne,
no interrumpido ni
para quejarte,
disculparte, justificarte,
ni menos para
recriminar,
volver por tu honra y la de los tuyos,
vindicar tu vida,
hundir en los
abismos de la nada a tus acusadores…
¡Silencio largo,
adorable,
misterios de la Pasión de Cristo!
¡Cuánto confundes
mi afán de justificarme!
disculparme,
razonar,
volver por los fueros de mi orgullo,
egoísmo y amor propio!
¿Cuándo, Señor,
cuándo aprenderé tu silencio,
y cuándo sabré que
Tú, y sólo Tú,
eres el que justificas y condenas
y que
el juicio y estima de los hombres
nada valen si Tú
no los sancionas?
¿Cuándo, Jesús
mío, aprenderé a callar,
a hablar poco con
los hombres
y a hablar mucho contigo?
¿Cuándo imitare tu
silencio,
humilde, paciente, adorable?
Jesús autem
tacebat.
¡Oh Jesús callado,
dame la santa virtud de tu silencio!
Amén.
Según una antigua tradición
a Jesús de Medinaceli
se le hacen tres peticiones y siempre concede
una de ellas.
Es una antigua costumbre que desde el siglo XVII se celebra el primer viernes de marzo en multitud de
parroquias, repartidas por todo el mundo, ante la imagen de Nuestro Señor
Cautivo de Medinaceli. En algunos sitios, despues del "Besapies" los devotos hacen sus tres peticiones
y entregan tres monedas al Cristo, para que él los recompense atendiendo sus oraciones
y dándoles su protección
y dándoles su protección
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