Al comienzo (en la puerta principal, antes de entrar en la casa):
Señor, creemos en la Palabra de la Escritura cuando dice:
“Si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado”
(1 Jn 1,7).
Por eso nosotros Te pedimos, oh Padre eterno, en nombre de tu Hijo jesús, que toda especie de pecado cometido dentro de esta casa, para violar la paz y santidad de un verdadero hogar cristiano, sea lavado y limpio, por medio de la preciosa sangre de Jesús nuestro Señor que quita del mundo todo el pecado, deshonestidad, odio y mal.
Por eso nosotros Te pedimos, oh Padre eterno, en nombre de tu Hijo jesús, que toda especie de pecado cometido dentro de esta casa, para violar la paz y santidad de un verdadero hogar cristiano, sea lavado y limpio, por medio de la preciosa sangre de Jesús nuestro Señor que quita del mundo todo el pecado, deshonestidad, odio y mal.
(Rezar esta oración en todos los cuartos de la casa, aspergiendo también agua bendita antes de entrar en la casa y en cada cuarto.)
Al final (agradecer al Padre celestial, en nombre de Jesús, ya que toda tiniebla y todo mal ya salieron para siempre de esta residencia):
Oh! Padre del cielo, creemos que la noche avanza y el día se aproxima, por eso queremos abandonar las obras de las tinieblas y vestir la armadura de la luz (ver Rm 13,12).
Padre celestial, queremos quedarnos de pie, ceñidos nuestros ríñones con la verdad y revistiéndonos con la coraza de la justicia, calzando los pies con la propagación del Evangelio de la paz, empuñando siempre el escudo de la fe, con el que podemos extinguir las flechas ardientes del maligno. Y queremos tomar el yelmo de la salvación de Jesucristo y la espada del Espíritu Santo, que es la Palabra de Dios (ver Ef 6,14-17).
¡Padre santo, en nombre de Jesús nuestro Señor, nosotros Te agradecemos, desde el fondo del corazón, porque hiciste salir para siempre de esta casa toda tiniebla y todo mal! ¡Señor Jesús, nuestro amado Salvador, bendice esta casa toda y a cada uno de sus habitantes, para que la luz de tu presencia protectora, llena de amor y de paz, entre y aquí permanezca siempre como señal de tu misericordia infinita! ¡Espíritu Santo del Padre y del Hijo, aumenta cada vez más en nosotros la fe y la confianza en el poder del Señor resucitado!
Amén. ¡Aleluya!
(Rezar: Padrenuestro, Avemaria y Gloria.)
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