En el humilde
pesebre es en donde Jesús aparece más grande y
más glorioso.
Dios acababa de dar a la
tierra un Salvador y en los brazos de Maria en éxtasis,
los Ángeles adoran al Verbo encarnado.
¡Que lección
para nuestra fe! El tiempo no disminuye la profundidad del misterio;
los siglos pasan por delante de este pesebre bendito,
el cual
nos conserva y nos transmite el recuerdo del nacimiento de Jesucristo,
sublime y encantadora prueba del amor de Dios hacia nosotros!
Si vosotros no podéis olvidar vuestra madre,
vuestra familia,
vuestra patria,
cristianos no olvidéis al que ha nacido
para salvarnos.
Oración.
Dios Todo Poderoso,
que derramáis
hoy sobre nosotros la nueva luz de vuestro Verbo encarnado,
haced
que la fe de este misterio se infunda también en nuestros
corazones.
Señor y Dios nuestro, haced del mismo modo,
te lo rogarnos, que celebrando con alegría la Natividad
de N. S. Jesucristo,
merezcamos, por una vida digna de El,
gozar
de su presencia.
Así sea.
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