Discurría
vuestra existencia de hombres buenos, de gente honrada y sencilla, sobre las
mansas aguas, hacia el destino de todo humano vivir, cuando un golpe aleve de hombres malos y crueles os
arrojó hacia las playas del silencio y de la muerte.
Verdad es
que los hombres de ánima helada os arrancaron de nuestro lado, de nuestros
brazos, de nuestras luchas,
pero sólo consiguieron multiplicaros en lo íntimo
de nuestra devoción, de nuestro recuerdo y nuestro afecto.
Verdad es
que vuestras pupilas ya no se encienden en luz de amor por vuestras madres, por
vuestras novias o por vuestros hijos: hombres malos las apagaron.
Verdad es
que vuestras gargantas no serán ya el alegre clarín para cantar los cantos de
la democracia que nuestras huestes cantan: hombres malos las silenciaron.
Verdad es
que vuestros corazones no vibrarán más al ritmo de las emociones de los libres
que las ideas liberales alientan: hombres malos las detuvieron.
Verdad es
que vuestros brazos y vuestros músculos no modelarán ya sobre la tierra o en el
taller el crecer del fruto y la riqueza de que la patria ha menester: hombres
malos os lo impidieron.
Verdad es
todo esto. Dolorosa verdad, angustiosa
verdad, que golpea con golpe de ola la noche sobre nuestro corazón. Pero es verdad a medias.
La tiniebla
de vuestras pupilas se ha trocado en luz de estrella conductora de nuestras
gentes del partido liberal.
El silencio
de vuestras gargantas es ahora grito de justicia en nuestras gargantas; el
desaparecido ritmo de vuestros corazones es ahora indomable raudal de energía
para nuestra fiera voluntad de lucha.
Vuestros
miembros inmovilizados son ahora centuplicada fuerza que nos empuja sin tolerar
descansos; y que no ha de suspenderse hasta devolver a la República el camino
de la piedad, del bien y de la fraternidad, que hombres de aleve entraña les
han robado.
Verdad es,
compañeros de lucha, tronchadas vidas, buenas y humildes, que os lloramos. Pero nuestro decoro nos impide lloraros
adentro. Y en el río interior de nuestro
llanto ahogaremos las dañadas plantas que envenenaron con su perfidia el destino de la patria.
Compañeros
de lucha: sólo ha muerto algo de vosotros, porque del fondo de vuestras tumbas
sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad. Seremos superiores a la fuerza cruel que
habla su lenguaje de terror a través del iluminado acero letal.
El dolor no nos detiene sino que nos
empuja. Y algo profundo nos dice que al
destino debemos gratitud por habernos ofrecido la sabia lección y la noble
alegría de vencer obstáculos, de dominar dolores, de mirar en lo imposible nada
más que lo atrayentemente difícil.
Vuestras sombras son ahora la mejor luz en nuestra marcha.
Compañeros
de lucha: os habéis reincorporado al seno de la tierra. Ahora, con la desintegración de vuestras
células, vais a alimentar nuevas formas de vida.
Vais a sumaros al cosmos infinito que desde
la entraña oscura e insomne, alimenta al árbol y a la planta que sirven de
alegría a nuestros ojos y de pan a nuestro diario vivir.
Pero algo más vais a darnos a través de
vuestro recuerdo, ya que la muerte en lo individual no es sino un parpadear de
la vida hacia formas más elevadas de lo colectivo y de su ideal.
Compañeros
de lucha: al pie de vuestras tumbas juramos vengaros, restableciendo con la
victoria del partido liberal los fueros de la paz y de la justicia en
Colombia. Os habéis ido físicamente,
pero qué tremendamente vivos estáis entre nosotros.
Compañeros:
vuestro silencio es grito.
Vuestra
muerte es vida de nuestro destino final.
amen
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