Glorioso padre San Juan de la
Cruz, humilde y gran religioso en vida, reformador y cofundador del Carmelo e
insigne poeta místico del Renacimiento, tú que fuiste gran penitente y que
tuviste por emblema padecer y ser despreciado concédeme paciencia y fortaleza alegría,
fe y esperanza.
¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme
en mis padecimientos, ya que no soy tan
generoso como tú en el padecer y ser despreciado! A ti, pues, glorioso san Juan
de la Cruz que aunque pobre de nacimiento tuviste riqueza en virtudes, y que en vuestros sufrimientos fuiste siempre paciente, resignado y gozoso, a
ti me encomiendo confiadamente para que me enseñes a ser paciente, pero
animoso, tenaz y valiente en mis muchas amarguras y necesidades.
Tampoco me faltan fuertes pesares
y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo..., me abato...,
y caigo.
A ti, hoy vengo a suplicar me
concedas con tu intercesión alivio y consuelo, y que lleves mi demanda ante el
trono del Altísimo:
(hacer la petición).
Ten compasión de mí, te suplico préstame
tu atención, san Juan padre querido y alcánzame del Señor lo que humildemente
pido, si es para su gloria y bien de mi alma, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis
cruces, con la mirada siempre vuelta al
Cielo.
Insigne san Juan de la Cruz, te
tomo por protector y defensor mío, por
mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser tu compañero en la patria del
Paraíso.
Amén.