Jesús, viendo a su Madre y al
discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: mujer, he ahí a tu
hijo (Jn 19, 26). Así, de un modo nuevo, ha legado su propia Madre al hombre:
al hombre, a quien ha transmitido el Evangelio. La ha legado a todo hombre. La
ha legado a la Iglesia en el día de su nacimiento histórico, el día de
Pentecostés. Desde aquel día toda la Iglesia la tiene como Madre. Y todos los
hombres la tienen como Madre. Entienden como dirigidas a cada uno las palabras
pronunciadas desde la Cruz. Madre de todos los hombres. La maternidad
espiritual no conoce límites. Se extiende en el tiempo y en el espacio.
¡Alcanza tantos corazones humanos! Alcanza a las naciones enteras
Juan Pablo II
Aud. gen. 10-1-1979
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